
La mejor manera de fomentar el crecimiento de algo es dejar libre al desarrollo mismo de ese objeto. Una empresa debe crecer, por supuesto, pero de manera saludable, inteligentemente con vías para medir y controlar ese desarrollo con relación a nuestras capacidades generales y administrativas.
La mejor manera de fomentar el crecimiento de algo es dejar libre al desarrollo mismo de ese objeto. Y dentro del campo de los negocios, se tiene la tendencia a considerar el crecimiento de una empresa cual si fuese un proceso centrífugo: extendiéndose con frenesí, sumando ofertas, amontonando productos, abriendo tiendas que pocos visitan, o contratando personal que en poco no se puede organizar debidamente.
La verdad es que una empresa debe crecer, por supuesto, pero de manera saludable, inteligentemente con vías para medir y controlar ese desarrollo con relación a nuestras capacidades generales y administrativas.
El ritmo del crecimiento
Cada negocio tiene su propio ritmo de crecimiento: si no puede alcanzarlo en un tiempo necesario, lo más seguro es que no prospere, si por el contrario, lo supera con cierta facilidad, al cabo de poco tendrá que esforzarse al límite y desgastarse mucho tratando de sostener el paso.
En este sentido, una de las tareas más importantes del fundador o director de una industria es intuir cual es el ritmo de crecimiento particular de su negocio, es decir, la tasa de desarrollo que le es más propia; no debe de guiar a los suyos hacia niveles insospechados, sino propiciar razonablemente los cambios escalonados que toda empresa debe transitar a su modo. Se puede ubicar el período de mayor riesgo para una compañía, en cuanto empieza a obtener éxito, a generar utilidades en gran escala, o a dominar el mercado. Porque tales elementos pueden dar cauce, a serios problemas que se disimulan en una falsa apariencia de prosperidad.
Negativas precipitaciones
Cuando factores externos macroeconómicos, como períodos de recesión o crisis de materias primas, nos forzan a una disminución en las ventas obtenidas, y las utilidades generadas, las decisiones precipitadas y las malas estimaciones de estadísticas se evidencian por fin. Tal es la razón por la cual el momento más adecuado para adoptar una postura conservadora, reflexiva y consciente es precisamente cuando las ventas, y el crecimiento, son mejores. Una empresa puede tener un ritmo de crecimiento lento y sin embargo ser más exitosa que una con un desarrollo precipitado y sin control.
No debe juzgarse a las industrias por la taza de desarrollo que manejen, sino por la calidad de los productos que ofertan. En las empresas: sus cambios han de ser duraderos y verdaderos, ampliando ahora sí, de manera estructural, la fuerza productiva, generadora de beneficios para un negocio.